Los Agaves se caracterizan por una roseta de hojas suculentas o coriáceas que varían en tamaño desde unos pocos centímetros hasta más de dos metros y medio de longitud, dependiendo de la especie. La mayoría tiene espinas a lo largo de los bordes y la punta de la hoja, por lo que ocasionalmente se confunden con cactus. Las hojas varían en color desde verde pálido hasta gris azulado y pueden ser abigarradas o rayadas. Muchas especies pueden reproducirse vegetativamente y generar rosetas clonales en la base del tallo principal o cerca a través de rizomas subterráneos; algunas especies producen bulbillos (estructuras parecidas a bulbos que pueden formar nuevas plantas) en la inflorescencia.
Las plantas son generalmente monocárpicas, lo que significa que cada roseta muere después de la floración y la fructificación, y la mayoría no vive más de 30 años. Las flores amarillas, verde pálido o rojas nacen en inflorescencias altas ramificadas o no ramificadas que pueden alcanzar más de 9 metros de altura en algunas especies. Cada flor consta de seis pétalos y un ovario inferior y produce grandes cantidades de néctar. Las flores son polinizadas por murciélagos, insectos como abejas y polillas halcón o aves, según la especie. Las flores producen frutos en cápsula. Como adaptación a sus hábitats áridos, los Agaves utilizan una vía fotosintética conocida como metabolismo del ácido crasuláceo (CAM) en la que el dióxido de carbono se fija durante la noche para limitar la cantidad de agua perdida de las estomas de las hojas.
Las plantas de Agave tienen una larga historia de importancia etnobotánica, especialmente para los pueblos de México, donde el género es más diverso. Muchas especies tienen un tejido fibroso fuerte en sus hojas, lo que las hace útiles para cuerdas, cepillos, sandalias, redes, colchonetas y otros artículos similares. Las fibras de algunas especies se pueden quitar con la espina terminal de la hoja aún adherida, formando una especie de aguja e hilo. En muchas especies, las hojas de la roseta se pueden quitar para revelar el tallo grueso, o corazón, que se puede asar y comer directamente o moler en empanadas comestibles.
El tallo es particularmente denso en carbohidratos inmediatamente antes de la floración, y también es fuente de alcoholes de Mezcal y néctar de Agave. Para preparar Mezcal, se fermenta y destila la savia de corazones de Agave asados o cocidos a presión; Se utilizan diferentes especies para diferentes tipos de Mezcal, siendo el Agave Azul la única especie utilizada para el tequila. De manera similar, el néctar de Agave, un edulcorante almibarado utilizado como alternativa al azúcar, no es un verdadero néctar floral y se elabora extrayendo, filtrando y calentando la savia de los corazones de varias especies, en particular el Agave Azul. El pulque, otro alcohol tradicional mexicano, se elabora fermentando la savia del tallo de la inflorescencia. La savia cruda de la mayoría de las especies de Agave se considera tóxica y requiere cocción antes de la ingestión.